domingo, 2 de agosto de 2009

Cambios Profundos



Cambios Profundos

En nuestras vidas se producen diferentes tipos de cambios. Hay cambios drásticos, hay cambios sutiles, hay cambios lentos, cambios súbitos, cambios externos, cambios internos, distintos tipos de cambios, con distintos resultados, y distintos impactos y grados de compromiso.

Muchas veces sentimos que necesitamos un cambio. Queremos cambiar algo, alguna conducta, algún hábito. Algunas veces, sabemos qué es lo que debemos modificar a fin de lograr que ese cambio sea permanente y, otras veces, no tenemos muy claro con qué herramientas debemos contar para que el cambio se produzca.

Por lo general, los cambios más profundos se producen - o comienzan a producir - cuando estamos absolutamente convencidos de que realmente deseamos realizar ese cambio. Por el contrario, cuando tenemos algunas dudas al respecto, o no estamos del todo convencidos de que ese cambio es lo que en realidad queremos, entonces es difícil que se produzca. Además, a veces cambiamos de adentro hacia fuera, otras veces comenzamos por cambios superficiales o externos para ayudarnos a cambiar por dentro. Cada persona desarrolla sus propios métodos de cambio y cada método es único y estará diseñado para responder a las necesidades de cada uno.

Por ejemplo, alguien que desea dejar de fumar, puede hacerlo paulatinamente, o bien, hacerlo abruptamente. Lo mismo ocurre con alguien que desea perder peso, quizás comience a ingerir cantidades menores de comida o bien, haga una dieta sumamente estricta y restringida. Lo cierto es que nuestro cuerpo y nuestra mente responden y se adaptan de distinta manera a estos métodos diferentes. Quizás, un mismo método o técnica no le dé el mismo resultado a dos personas distintas, aunque con características similares.

Hay un componente emocional vinculado a los cambios y a los hábitos, pero también hay un componente físico u orgánico que afecta en cierta medida cómo funcionamos. Cuando no logramos producir un cambio, muchas personas creen que es debido a un bloqueo emocional, pero a veces, se trata simplemente de un problema de salud físico, en lugar de emocional.

Los componentes emocionales y físicos están tan íntimamente ligados en determinados aspectos, que resulta difícil, en algunos casos, determinar cuál componente afecta al otro. Actualmente, se le da tanta relevancia al componente emocional, que relegamos un poco cualquier componente físico u orgánico, avalando una teoría que dice que todo el funcionamiento de nuestro cuerpo está regido por nuestras emociones. Hay casos, en que las personas pueden tener algún problema físico o fisiológico que no tenga nada que ver con el componente emocional. Y esto puede afectar nuestra capacidad de producir determinados cambios.

Por esta razón, es importante que a la hora de proponernos lograr un cambio, tengamos en cuenta ambos componentes o aspectos. Si trazamos un plan para perder peso y después de algún tiempo no logramos el objetivo (habiendo cumplido con todos los pasos planificados), entonces es importante indagar con mayor profundidad y averiguar si se trata de un problema emocional (psicológico) o si, quizás, se trata de un problema médico.

Un estrés constante, de un nivel intermedio, pero persiste a lo largo de mucho tiempo, puede producir depresión. Pero ésta no es la única causa de la depresión. La depresión también puede producirse por bajos niveles de serotonina (un neurotransmisor cerebral). Si bien es cierto que el estrés persistente también causa bajos niveles de serotonina, llevando así a una depresión constante, pueden existir causas físicas que hagan que el cerebro no produzca suficiente serotonina.

Cuando centramos toda nuestra atención en los problemas emocionales, estamos cerrando una puerta importante. Estamos descartando cualquier problema físico que, quizás, sea lo que nos impide lograr un cambio.

En otras ocasiones, hay cambios que hemos intentado lograrlos durante mucho tiempo y comprometiendo mucho esfuerzo, y sin embargo, no lo logramos. Luego, después de un tiempo, cuando ya ni siquiera recordamos que queríamos lograr ese cambio, el cambio se produce casi milagrosamente. En estos casos, es muy posible que el cambio se produzca naturalmente cuando estamos más relajados y sin la exigencia, o auto exigencia, de producir dicho cambio.

A veces, los cambios nos producen ansiedad, angustia, estrés, entre otras emociones, incluso cuando es un cambio que deseamos lograr. Estas son las mismas emociones que experimentamos cuando se produce un cambio externo, que no teníamos planeado (pérdida del empleo, pérdida de un ser querido, cambio de lugar de residencia, etc.) - Y muchas veces, uno de los elementos que más afectan e influyen para que un cambio se produzca o no, es tener tranquilidad. Cuando la calma se restaura en nuestras vidas, hay muchos cambios que comienzan a producirse naturalmente.

Por último, cuando comienza a producirse un cambio importante en nuestras vidas, es esencial tomar conciencia de los factores y aspectos externos e internos que se van modificando para poder acompañar dicho cambio y para poder dejar fluir las emociones que van surgiendo. Cuanta más atención le prestamos a las pequeñas modificaciones que se producen durante un cambio (incluyendo nuestras emociones), más información tenemos para adaptarnos mejor a dicho cambio y sacar el máximo beneficio de él.

Cuanto más nos resistimos a un cambio, por el contrario, más nos cuesta aceptarlo, y hasta nos puede parecer que se trata de un cambio mucho más grande o importante de lo que realmente es. Nosotros tenemos la capacidad de producir cambios (los que dependen de nosotros) y de controlar nuestras emociones a fin de adaptarnos a los cambios de la mejor manera posible.

Cambiar implica dejar algo a lo que estábamos acostumbrados (un hábito, una conducta, una actitud) para dar lugar a algo nuevo. No siempre tenemos la seguridad de que los resultados de un cambio serán los esperados, por eso es importante evaluar las distintas variables que pueden afectar los resultados de cualquier cambio que deseemos producir.

Así, es vital tener el mando sobre los cambios que podemos controlar y que deseamos lograr. También necesitamos ser conscientes del hecho que quizás, pensábamos que ese cambio era lo que en verdad deseábamos, para finalmente comprender que quizás no era así. La flexibilidad con que encaremos un cambio nos permitirá adaptarnos mejor a los resultados.

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