lunes, 20 de septiembre de 2010

Aprender a poner límites



NO
por Hugo Finkelstein

No es no
y hay una sola manera de decirlo.
No.

Sin admiración ni interrogantes, ni puntos suspensivos.

No, se dice de una sola manera.

Es corto, rápido, monocorde, sólido y escueto.
No.

Se dice de una sola vez.
No.

Con la misma entonación.
No.

Como un disco rayado.
No.

Un no que necesita de una larga caminata o
una reflexión en el jardín, no es NO.

Un no que necesita explicaciones y justificaciones
no es No.

No, tiene la brevedad de un segundo.

Es un no para el otro porque ya fue para uno mismo.

No es no, aquí y muy lejos de aquí.

No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas,
ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo se pongan patas arriba.

No, es el último acto de dignidad.

No, es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes. No, no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos; ni con pena y menos aún con satisfacción.

No es no, porque es No.

Cuando el no es no, se mira a los ojos y el no se descolgará naturalmente de los labios.

La voz del No, no es trémula, ni vacilante, ni agresiva y no deja duda alguna.

Ese No, no es una negación del pasado,
es una corrección del futuro.

Y sólo quien sabe decir No,
Puede decir Si.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Características generales del psicópata

Características generales del psicópata

Fuente: Wikipedia y artículos varios relacionados.

Los psicópatas no pueden empatizar ni sentir remordimientos, por eso interactúan con las demás personas como si fuesen cualquier otro objeto, las utilizan para conseguir sus objetivos, la satisfacción de sus propios intereses. No necesariamente tienen que causar algún mal, pero si hacen algo en beneficio de alguien o de alguna causa aparentemente altruista es sólo por egoísmo, para su único y exclusivo beneficio.

La falta de remordimientos radica en la cosificación que hace el psicópata del otro, es decir que el quitarle al otro los atributos de persona para valorarlo como cosa es uno de los pilares de la estructura psicopática.

Los psicópatas tienden a crear códigos propios de comportamiento, por lo cual sólo sienten culpa al infringir sus propios reglamentos y no los códigos comunes. Sin embargo, estas personas sí tienen nociones sobre la mayoría de los usos sociales, por lo que su comportamiento es adaptativo y pasa inadvertido para la mayoría de las personas.

Además, los psicópatas tienen como característica el tener necesidades especiales y formas atípicas de satisfacerlas, que en general implican cierta ritualización. El acto psicopático hacia el otro se configura mediante la necesidad del psicópata y su código propio, que desde su punto de vista lo exime del displacer interno.

El problema de las necesidades de los psicópatas es que al no ser compartidas por el grupo, no pueden ser comprendidas ni generar empatía, por situarse fuera de las leyes de la costumbre y del bien común, aunque estas necesidades son sentidas con fuerza e impelen a la acción para el psicópata.

Además los psicópatas tienen un marcado egocentrismo, una característica que pueden tener personas sanas pero que es instrínseca a este desorden. Esto implica que el psicópata trabaja siempre para sí mismo por lo que cuando da, es que está manipulando o esperando recuperar esa inversión en el futuro.

Otra nota común es la sobrevaloración de su persona, lo que los lleva a una cierta megalomanía y a una hipervaloración de su capacidad de conseguir ciertas cosas y la empatía utilitaria, que consiste en una habilidad para captar la necesidad del otro y utilizar esta información para su propio beneficio, lo que constituye una mirada en el interior del otro para saber sus debilidades y obrar sobre ellas para manipular.

Ciertos autores de la corriente psicoanalítica suponen que la razón por la cual una persona psicópata es una persona perversa es porque se trata de sujetos cuya personalidad depende en gran medida de mantener el principio de placer, pero careciendo de superyo. Esto hace que la persona psicópata pueda cometer acciones criminales u otros actos cuestionables con total falta de escrúpulos, sin sentir culpa.

Una personalidad psicopática no se restringe al asesino en serie, tal y como sugiere el estereotipo más extendido en nuestra sociedad acerca del psicópata. Un psicópata puede ser una persona simpática y de expresiones sensatas que, sin embargo, no duda en cometer un delito cuando le conviene y, como se ha explicado, lo hace sin sentir remordimientos por ello. La mayor parte de los psicópatas no cometen delitos, pero no dudan en mentir, manipular, engañar y hacer daño para conseguir sus objetivos, sin sentir por ello remordimiento alguno.

A efectos penales, hace mucho que se planteó el dilema sobre si una personalidad divergente de este tipo es imputable, especialmente cuando se trata de una estructura psicótica. Debido a que el concepto de enfermedad mental quedó en desuso (ya sea personas sádicas, violadoras, estafadores, o cualquier otra actividad reprobable que desarrolle el psicópata), se tiende a sostener que le corresponde punición, dado que la persona mantiene conciencia de sus actos y puede evitar cometerlos. También influye el derecho colectivo de la sociedad a protegerse de sus acciones.

En España también se considera imputable a todos los efectos, sin que la psicopatía oficie de atenuante de delito ante el tribunal. Esto quiere decir que tienen responsabilidad y plena culpa.

Características clínicas de la psicopatía

El trastorno psicopático produce una conducta anormalmente agresiva y gravemente irresponsable, que según el doctor Hervey Cleckley determinan una serie de características clínicas, descritas en su libro The Mask of Sanity: An Attempt to Clarify Some Issues About the So-Called Psychopathic Personality, que incluyen:

  • Encanto superficial e inteligencia
  • Ausencia de delirios u otros signos de pensamiento no racional
  • Ausencia de nerviosismo o manifestaciones psiconeuróticas
  • Escasa fiabilidad
  • Falsedad o falta de sinceridad
  • Falta de remordimiento y vergüenza
  • Conducta antisocial sin un motivo que la justifique
  • Juicio deficiente y dificultad para aprender de la experiencia
  • Egocentrismo patológico e incapacidad para amar
  • Pobreza generalizada en las principales relaciones afectivas
  • Pérdida específica de la intuición
  • Insensibilidad en las relaciones interpersonales generales
  • Conducta extravagante y desagradable bajo los efectos del alcohol y, a veces, sin él
  • Amenazas de suicidio, raramente consumadas
  • Vida sexual impersonal, frívola y poco estable
  • Incapacidad para seguir cualquier plan de vida

Para el doctor Robert Hare, investigador sobre psicología criminal, los criterios que definen a la personalidad psicopática pueden evaluarse mediante una lista de 20 características denominadas Psychopathy Checklist (PCL). Estas descripciones tuvieron como base el trabajo de Cleckley para definir la psicopatía a través de una serie de síntomas interpersonales, afectivos y conductuales. Los síntomas que exhiben los psicópatas son, según Hare:

  • Gran capacidad verbal y un encanto superficial
  • Autoestima exagerada
  • Constante necesidad de obtener estímulos y ser centro de atención, tendencia al aburrimiento y la depresión
  • Tendencia a mentir de forma patológica
  • Comportamiento malicioso y manipulador
  • Falta de culpa o de cualquier tipo de remordimiento
  • Afectividad frívola, con una respuesta emocional superficial
  • Falta de empatía, crueldad e insensibilidad
  • Estilo de vida parasitario
  • Falta de control sobre la conducta
  • Vida sexual promiscua o nula
  • Historial de problemas de conducta desde la niñez
  • Falta de metas realistas a largo plazo
  • Actitud impulsiva
  • Comportamiento irresponsable
  • Incapacidad patológica para aceptar responsabildiad sobre sus propios actos
  • Historial de muchas relaciones de corta duración (de pareja, laborales, etc.)
  • Tendencia hacia la delincuencia juvenil
  • Revocación de la libertad condicional
  • Versatilidad para la acción criminal

Robert Hare estima que un 1% de la población es psicópata.[1] Otras estimaciones incluso llegarían al 6%.

Tipos de relaciones que establecen los Psicópatas

A pesar de que los psicópatas no conciben al resto como personas sí establecen relaciones y vínculos, que suelen ser de tres tipos:

  • Asociativos, que se producen cuando un psicópata entra en contacto con otro para obtener un objetivo común. Dado que ambos integrantes del vínculo son narcicistas y ególatras el apego sólo está justificado por el utilitarismo de tener un propósito común.
  • Tangenciales, que ocurre cuando el psicópata encuentra una víctima ocasional en un encuentro puntual, donde utiliza sus tácticas coercitivas de forma temporal.
  • Complementarios, que determinan una relación de doble vía, que habitualmente ocurre con un neurótico.

Psicopatía y la seducción

La seducción es la base que permite el acto psicopático y se produce mediante una transferencia bidireccional donde la propuesta del psicópata encuentra eco en las apetencias del otro, dado que una característica fundamental de la personalidad psicopática es la habilidad para captar las necesidades del otro. Este mecanismo se articula cuando el psicópata convence al otro de que él le es infinitamente necesario para suplir necesidades irracionales que éste no puede detallar.

En la seducción el psicópata necesita que el otro esté de acuerdo, para lo cual usa la persuasión y el encanto, por lo que es bidireccional, hay un consentimiento por parte de la otra persona, a diferencia de lo que ocurre en las relaciones tangenciales donde el psicópata actúa unidireccionalmente mediante la violencia, que constituye una agresión desde una posición de poder. Aquella bidireccionalidad pudiera ser debida a que la mayoría de psicópatas son conscientes de las consecuencias judiciales de sus actos, sin la existencia de las cuales podrían actuar con total libertad.

Psicopatía en la historia

El tema de la psicopatía estuvo presente en la historia desde la Antigüedad, aunque la conceptualización es más reciente, pero ya en Babilonia aparece la preocupación por las personalidades anormales, que se separan conductualmente del resto pero no que cabían en las categorías de cuerdo o loco.

En 1809 el francés Philippe Pinel describió el concepto de "Locura sin delirio" para designar un patrón de conducta caracterizado por la falta de remordimientos y la ausencia completa de restricciones.

Pinel describió a pacientes que realizaban actos arriesgados e impulsivos, a pesar de ser racionales y de conservar intactas sus habilidades cognitivas.

En 1835 J.C. Pritchard define la "locura moral" una forma de perturbación mental en que no parece haber una lesión en funcionamiento intelectual y cuya patología se manifiesta en el ámbito de los sentimientos, el temperamento o los hábitos.

Este psiquiatra inglés explica que en casos de esta naturaleza los principios morales o activos de la mente están extrañamente pervertidos o dañados, no hay un poder de autogobierno y el individuo es incapaz de conducirse con decencia y propiedad en los diferentes aspectos de la vida.

El psiquiatra polaco Andrew M. Lobaczewski ha estudiado cómo los psicópatas influyen en el avance de la injusticia social y sobre cómo se abren paso hacia el poder cuya culminación política es lo que ha venido a denominar patocracia. Lobaczewski es el inventor de la ponerología, el estudio interdisciplinario de las causas de períodos de injusticia social, donde el psicópata es un factor clave.

"La patocracia es una enfermedad de grandes movimientos sociales seguidos por sociedades enteras, así como naciones e imperios. Durante el transcurso de la historia de la humanidad, ha afectado a movimientos sociales, políticos y religiosos, al igual que a las ideologías que la acompañan… Y los ha convertido en caricaturas de ellos mismos… Esto ocurrió como resultado de… la participación de agentes patológicos en un proceso patodinámico similar. Esto explica porqué todas las patocracias del mundo son, o han sido, tan similares en sus propiedades esenciales."
Andrew M. Lobaczewski en su libro Ponerología Política: Una Ciencia de La Naturaleza del Mal ajustada a Propósitos Políticos

Neurología y psicopatía

Actualmente se ha desarrollado un escáner que lee la zona del cerebro que contiene nuestras intenciones, antes de realizarlas, y se baraja la posibilidad de usarla en un futuro para descubrir nuevos casos de psicopatías. Este escaner o tomografía por emisión de positrones (PET en sus siglas en inglés) permite leer la actividad del cerebro ante determinados estímulos. Los estímulos relacionados con las capacidades de empatía se encuentran ausentes en el lóbulo prefrontal del cerebro en el caso de los psicópatas, ya que, por lo que sabemos de neurología, el lóbulo prefrontal es el mecanismo principal de nuestros razonamientos morales, y en el caso del psicópata se halla inactivo ante un estímulo que sugiera empatía hacia terceras personas.

Los niños con rasgos psicópatas mostraron respuestas anormales dentro de la corteza prefrontal ventromedial (área de Brodmann 10) durante errores de retracción castigados, en comparación con niños con trastorno de déficit de atención/hiperactividad y con los niños sanos (P< .05 corregido para comparaciones múltiples). De acuerdo a nuestro conocimiento, este estudio proporciona la primera evidencia de la sensibilidad de la corteza prefrontal ventromedial anormal en niños con rasgos psicópatas y demuestra que esta disfunción no es atribuible al trastorno de déficit de atención comorbido/hiperactividad. Estos resultados sugieren que los daños en el aprendizaje de retractación en pacientes con rasgos psicopáticos de desarrollo están relacionados con el procesamiento anormal de la información de refuerzo[2]

Los psicópatas muestran menos actividad en áreas del cerebro relacionadas con la evaluación de las emociones vinculadas a las expresiones faciales, señala el estudio publicado en el British Journal of Psychiatry. En particular, son menos receptivos a los rostros que expresaban temor, que las personas sanas. Según los expertos, esto pude explicar -al menos parcialmente- la conducta psicópata.[3]

Murphy, Michael Craig y Marco Catani, del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres, encontraron en agosto de 2009 que los psicópatas tienen conexiones defectuosas entre la parte del cerebro que lidia con las emociones y la que maneja los impulsos y la toma de decisiones.[4]

Ética y psicopatía

Teorizar sobre una ética psicópata resulta problemático y polémico, ya que para buena parte de las tradiciones filosóficas la base de toda moral es la empatía. ¿El psicópata es un sujeto moral?

El psicópata no es capaz de distinguir entre lo "bueno" y lo "malo", simplemente actúa conforme a sus intereses. La moral, según ciertas tradiciones, se establece cuando entra en juego el individuo en sociedad, pero al estar el psicópata incapacitado para empatizar, las sociabilización resulta radicalmente distinta para él que para el resto de los individuos con una capacidad empática funcional. Para el psicópata las personas son medios y no fines, por lo que, bajo su percepción, al convivir en sociedad en realidad entra en relación con objetos y no con sujetos. Bajo una óptica utilitarista o un individualismo a ultranza la ética psicópata estaría determinada por el interés propio por sobre todas las cosas, pero aún bajo estas perspectivas se requeriría un mínimo reconocimiento del otro (al menos como oponente) que el psicópata, al objetivar sus relaciones, no se permite hacer. No hay en el psicópata lugar para "el otro", ensimismado como se encuentra en su propia individualidad. No obstante, la psiquiatría nos enseña que el psicópata sí es conciente de sus actos y por tanto suele atribuírsele responsabilidad sobre ellos. El problema moral es complicado aquí: el psicópata no distingue lo "bueno" y lo "malo" para sí, pero conoce los códigos morales de la sociedad, sabe lo que para otros es malo y bueno, aunque ello no le sirva más que para influir, manipular, chantajear y crear una imagen propia y opinión pública sobre su él a su conveniencia. En su conciencia no hay culpa ni responsabilidad. No obstante, parece que en términos legales el problema es más claro, ya que bajo las normas (al menos en las occidentales) no se juzga la conciencia sino los actos, de tal manera que para el psicópata legalmente sí hay culpa y responsabilidad, aún cuando en su fuero interno el no sea capaz de sentirlos. Es culpable porque infringió la ley, es responsable porque la ley lo establece y por ello debe purgar la pena como cualquier otro sujeto del derecho.

sábado, 28 de agosto de 2010

Sepa si está con un psicópata (Dr. Hugo Marietan)


(Fuente: http://www.marietan.com/material_psicopatia/cuestionario.htm)

CORP: Cuestionario de Orientación sobre Rasgos Psicopáticos

Hugo Marietán, 2003, 2009 © Derechos Internacionales Reservados

www.marietan.com marietanweb@gmail.com


A. Satisfacción de necesidades distintas

A1. Uso particular de la libertad

¿Cree que todo es posible? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

Impedimentos: ¿Tolera las frustraciones y los fracasos? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

A2. Creación de códigos propios

¿Respeta la ley y las normas comunes? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Sigue su propia ley y sus propios códigos? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Carece de remordimientos o de culpa? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Le echa la culpa a los demás de sus errores? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Repite errores? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

A3. Repetición de patrones conductuales

¿Repite de la misma manera las acciones negativas? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Tiene algún signo que anticipe sus conductas negativas? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

A4. Necesidad de estímulos intensos

¿Tiene conductas de riesgo? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Se aburre con facilidad? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Tiene proyectos de vida a largo plazo? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Abusa de drogas o alcohol? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Tiene conductas raras o perversas en lo sexual? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Tolera situaciones de mucha tensión? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

B. Cosificación de otras personas

¿Es egoísta? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Se cree superior a los demás? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Todos deben girar a su alrededor según sus deseos? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Hace lo que quiere sin importarle las consecuencias? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

Empatía: ¿Le importa los sentimientos del otro? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Manipula? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Seduce? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Miente? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Actúa para conseguir lo que quiere? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

Coerción: ¿Usa la agresión física para conseguir sus objetivos? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Usa la agresión psíquica para conseguir sus objetivos? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

Parasitismo: ¿Vive del esfuerzo de otro? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Usa a las personas? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Logra distorsionar los valores y principios de los demás? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Es insensible? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Es cruel? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Humilla y desvaloriza? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Extraña, echa de menos? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Crea tensión y agotamiento en la relación con otras personas? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

¿Crea relaciones adictivas, dependientes? Dé un ejemplo o cuente una anécdota.

martes, 17 de agosto de 2010

La Dignidad del Miedo

Excelente artículo por el Dr. Norberto Levy

La dignidad del miedo
Dr. Norberto Levy

Así como en el plano físico cada órgano (hígado, cerebro, riñones, corazón) cumple una función específica y necesaria, en el universo emocional cada emoción cumple también una función de igual importancia.

Existen emociones que nos informan acerca de lo que tenemos (alegría, gratitud, confianza, solidaridad, etc.) y otras que nos informan acerca de algo que nos falta (tristeza, miedo, envidia, culpa, etc.) A estas últimas se las suele llamar "negativas", y no lo son. Son en realidad valiosísimas señales que nos remiten a problemas que estamos experimentando en ese momento. Por ejemplo, el miedo es la sensación de angustia que nos informa que hay una desproporción entre la amenaza que enfrentamos y los recursos que tenemos para encararla. Si el peligro tiene “valor diez” y los recursos son también “valor diez” no se producirá miedo.

Si en cambio, los recursos son “valor cinco”, el miedo surgirá y será la señal que nos avisa de esa desproporción. En ese sentido podemos comparar al miedo con la luz roja del tablero del automóvil que se enciende e indica que hay poca nafta. El problema no es la luz sino lo que pone en evidencia: que falta combustible. La luz roja es una valiosísima señal que nos remite a resolver ese problema. Lo que necesitamos es aprender a tratar al miedo con la misma eficacia con que tratamos la luz del tablero, y eso es posible.


Creencias erróneas

Uno de los factores que perturba esa posibilidad son las creencias equivocadas que tenemos acerca del miedo. En general pensamos que es una “emoción negativa”, que es señal de debilidad y cobardía, que es mejor no escucharlo porque sino no haríamos nada, que los hombres no tienen miedo… que el problema es el miedo y que si por el camino que fuera lográramos no sentirlo, no tendríamos las angustias estériles que el miedo nos trae.
Cuando nos apoyamos en esas ideas tapamos y maltratamos al aspecto miedoso y ahí es cuando el miedo comienza a convertirse en un problema que paraliza y hace sufrir.


Qué hacemos con el miedo

Es bueno recordar que no sólo sentimos miedo sino que a continuación reaccionamos ante ese miedo que sentimos, y podemos sentir vergüenza, rabia, desprecio, impotencia o miedo por tener miedo. Es decir, se produce una reacción emocional en cadena, y lo interesante es que según sea esta segunda reacción será el destino del miedo original.

Si nos da miedo sentir miedo tratamos de suprimirlo porque nos parece que nos va a sobrepasar y desorganizar. Si nos da rabia nos enojamos con la parte miedosa y solemos retarla y castigarla. Si nos avergüenza, la escondemos. Y así, cada una de estas segundas reacciones produce una actitud específica hacia el miedo original.

A la parte miedosa se le agrava entonces su condición y tiene dos amenazas: la externa (el examen, la enfermedad, el rechazo, o lo que sea el motivo del miedo) y la interna, que es la propia reacción interior.


La reacción interior

Matías me consultó por miedo a la soledad. Le pregunté: “Si imaginaras que esa parte miedosa estuviera enfrente ¿qué le dirías? ...y mirando hacia ese espacio le dijo: “¡estoy harto de ese miedo absurdo que tenés que no me deja vivir... me dan ganas de abofetearte para que despiertes...!”

Lo invité entonces a que tomara el lugar de la parte miedosa y viera cómo se sentía al escuchar eso.

Desde ahí respondió: “Ahora me siento peor y más solo que antes...”
Esta es una de las típicas reacciones interiores que agravan el miedo original. En ella se suman el enojo ignorante que cree que abofeteando a la parte miedosa la va a transformar, y la creencia, ignorante y frecuente también, de que hay miedos absurdos.

Ambas forman parte de la evaluación que hacemos acerca de lo que sentimos, y esta evaluación es continua, seamos o no, concientes de ello. Algunas de esas reacciones nos ayudan efectivamente a cambiar y otras, como las que describimos recién, nos dejan más asustados que antes. Y esto es así no porque el evaluador sea malo sino porque es ignorante y no sabe cómo ayudar. Nosotros somos los dos, tanto el que tuvo miedo como el que lo evalúa. Somos ese equipo, y según cómo se relacionen entre sí será nuestro destino psicológico: insatisfacción crónica o crecimiento.

Y dado que es una función tan importante ¿Qué puede hacer el evaluador, por ejemplo ante el miedo, para aprovechar esa emoción en lugar de sólo padecerla?

Primero: Legitimarla y escucharla. Legitimar no es consentir. No es: "Está todo bien, y... a otra cosa". Eso anestesia pero no ayuda. Legitimar quiere decir que se reconoce que hay un problema, pero que quien lo padece no merece reproche por eso, sino ayuda. Hay personas que dicen: "Yo no escucho a mi parte miedosa porque si la oyera nunca haría nada". Esa actitud funciona durante un tiempo muy corto pero la parte miedosa no escuchada y maltratada sigue creciendo y en algún momento, activada por una situación tal vez menor, irrumpe de golpe con todo el miedo acumulado y se produce lo que conocemos como crisis de pánico.

Podríamos compararlo con una angina. Si la reconocemos y asistimos, llega hasta ahí y remite. Si no escuchamos ni atendemos esa señal, crecerá y se hará neumonía.
La crisis de pánico es el equivalente psicológico de esta neumonía.

Segundo: Una vez que la hemos escuchado, preguntarle: ¿Cómo necesitás que te trate y te hable para que puedas sentirte acompañada y ayudada por mí?
Es importante saber que si se le da el tiempo suficiente, esa parte miedosa lo va descubriendo, y la experiencia clínica muestra que ese trato que necesita, en la mayoría de los casos no coincide con el que recibe diariamente.

Tercero: Intentar tratarla como lo acaba de pedir. Eso se logra cuando el evaluador interior se conecta con un componente esencial de su rol, y es que su tarea consiste en evaluar para enriquecer, no para destruir a lo evaluado.

Que una parte de uno mismo le hable a otra y después esa otra le conteste, tal como ocurre entre dos personas, parece algo extraño, pero de hecho esa conversación interior existe, aunque no la percibamos con claridad.

Este ejercicio intenta amplificar esas voces y transformar su antagonismo en cooperación.
Cuando hay cooperación interior entre el evaluador y el evaluado se va pudiendo encontrar, ante cada situación que despierta miedo, cuáles son los recursos psicológicos que faltan para poder enfrentarlo y cómo desarrollar dichos recursos. Y cuando tales recursos no se pueden desarrollar, la retirada, al ser consensuada, deja de ser conflictiva pues forma parte del derecho que me asiste de elegir las condiciones más propicias para mi desempeño.

Como dice el I-Ching: Saber emprender correctamente la retirada no es signo de debilidad sino de fortaleza…

En la medida en que uno se ejercita en el despliegue de estos diálogos interiores, el miedo va recuperando su dignidad original perdida y vuelve a ser la valiosísima señal de alarma que es.